Por: Alberto Pinzón Sánchez
Tomado de ANNCOL
Ante el gigantesco desastre social que representan 4 millones de desplazados internos, 4 millones de hectáreas despojadas, 100 000 desaparecidos o “ajusticiados” por la democracia genocida, 60 años de conflicto social armado, corrupción gubernamental generalizada y diaria, monstruosa desigualdad social, copamiento del Estado por el narco-para militarismo etc., que le ha permitido ganar a Colombia el título de “El Sudan de sur América”; la oligarquía militarista colombiana ha iniciado un proceso propagandístico de re-legitimación, agarrándose al clavo ardiendo de la Constitución Colombiana promulgada hace 20 años.
No hay en Colombia un escrito que haya producido más controversia y discusión que la llamada Constitución del 91. De todo tipo y en cantidades asombrosas: Jurídicos. Políticos. Económicos. Filosóficos y lógicos. Ideológicos. Periodísticos. Poéticos. Musicales. Literarios y hasta religiosos; casi todos concluyentes en que, después de 20 años y de cara a la catastrófica realidad actual colombiana, la Constitución de 1991 es prácticamente un fracaso adornado con la formulación retórica de algunos derechos democráticos.
Sin embargo se olvida que, como lo decía un dirigente obrero en una audiencia temática durante los diálogos de Paz del Cagúan en 1999 (perdón por el pleonasmo): “La Constitución colombiana actual es un trípode de tres patas bien poderosas y adornadas: Neoliberalismo, Seguridad Nacional, y Pactos con el Narcotráfico y las guerrillas nacionalistas derrotadas, que le ha permitido a la Oligarquía colombiana apoyada desde Washington, funcionar eficientemente todos estos años”.
La historia del dogma Neoliberal comienza en Colombia, según los estudiosos en 1966 durante el gobierno de Lleras Restrepo, cuando la clase dominante decide dejar de gobernar sobre las recomendaciones de “misiones extranjeras”, para conformar y consolidar alrededor de Fedesarrrollo su propio grupo de Tecnócratas neoliberales llamados “Chicago Boys”: Junguito, Botero, Urrutia, Perry, Wiesner, Ocampo, entre los más destacados gobernantes; mientras que paralelamente por en esas mismas fechas cuando los insurgentes colombianos entraban organizadamente en escena, promulgaba los decretos contrainsurgentes que originaron el actual Paramilitarismo con la justificación o base ideológica de la doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), que los declaraba “enemigos internos”.
Así pues Neoliberalismo y Seguridad Nacional nacen en Colombia como gemelos siameses y como pilares de las reformas Constitucionales frustradas de López Michelsen en 1974 y la de Turbay Ayala en 1978, que después de 13 años de maduración en la oscuridad con los pactos de Cesar Gaviria, desde cuando era ministro de gobierno de Barco y como Presidente, con Pablo Escobar (la cárcel de la catedral), con los Hermanos Orejuela de Cali y Carlos Castaño (los Pepes), con el M19 (pacto de silencio con el grupo de Navarro) llevarían directamente a la Constitución del 91, dándole la razón al trípode del dirigente obrero en el Cagúan.
20 años después, se escucha el eco del grito chillón y la carcajada estridente de Cesar Gaviria de ¡Bienvenidos al Futuro! al proclamar vigente la Constitución de 1991 con su famoso plan de gobierno de la “apertura económica y modernización del Estado” que en aquella fecha consistió en presentar retóricamente por los medios de comunicación una serie de dicotomías entre lo moderno y lo tradicional, lo central y lo regional , lo real y lo formal, los derechos y su costo, laicismo y clericalismo, clientelismo y partidos modernos, estatismo y privatizaciones, servicios públicos privados y derechos sociales, barbarie y la civilización; que aún hoy 03. 07. 2011 “cínicamente” pretende hacer pasar como metas que siguen pendientes por alcanzar. ¿A cuál futuro nos llevó Gaviria?
Lo que hay es un presente real que muestra en la contundencia de los hechos, que desde Cesar Gaviria hasta JM Santos, pasando por Samper, Pastrana y 8 años de Álvaro Uribe Vélez, se conformó y consolidó un nuevo bloque de Poder oligárquico-militarista que al amparo de la Constitución del 91 remendada y modificada al antojo cada año; adelantó una profunda transformación neoliberal de la economía colombiana (desregulación y disciplina fiscal), de financiarización y transnacionalización, acumulación de capital por despojo, guerra contra-Insurgente sucia y pactos de silencio e impunidad; hasta el copamiento del Estado por una burguesía criminal (Narco Para Militar) constitutiva de ese bloque de Poder gobernante.
Hoy en día en Colombia, el debate serio y honesto acerca de la Constitución del 91 vigente es si, con esa colcha de retazos retórica la sociedad colombiana puede salir de la espantosa de la catástrofe social en que se debate, o si por el contrario, se necesita una nueva y verdadera Carta constitucional democrática que mediante una Solución Política al conflicto social y armado, conduzca a Colombia por el camino Civilizado de la Paz, la Soberanía y la Justicia Social
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